Aunque se trate del cuarto capítulo numerado de la saga, lo cierto es que este Black Flag es el sexto capítulo que llega a consolas de sobremesa, a expensas de otros tantos recopilatorios y un futuro Assassin’s Creed III: Liberation en alta definición que dará el salto de PS Vita a PlayStation 3 y Xbox 360.
Ubisoft no se ha esforzado por innovar en este último capítulo de la franquicia que no deja de ser el mismo perro con el mismo collar pero corriendo ahora entre barcos, islas y playas. ¿Será el último Assassin’s Creed tan continuista que veremos?
En primer lugar, aclararos que este análisis se centra en las versiones para consolas actuales, en concreto en el programa de Xbox 360. Y os esclarezco esto porque Assassin’s Creed IV: Black Flag llegará también a PlayStation 4 y Xbox One en un port vitaminado en unas semanas, al cual podréis acceder si os hacéis con una copia nueva de la versión de PS3 o Xbox 360, canjeáis el código que viene en su interior y por 9,99 euros tendréis acceso a una copia digital para la consola de nueva generación de Sony o Microsoft (no se permitirán actualizaciones cruzadas, evidentemente: solo se puede pasar de la versión de PS3 a PS4 y de Xbox 360 a Xbox One)
Aclaro aquello, empezamos a destriparos un poco Assassin’s Creed IV: Black Flag. El cambio de ambientación ahora nos sitúa a comienzos del siglo XVIII, en el continente americano, momento y lugar donde prosigue el eterno enfrentamiento entre La Hermandad y Los Templarios. El filibustero protagonista de esta última aventura es Edward Kenway, un respetado bucanero, aunque también tomaremos control de un empleado recién llegado a Abstergo, de identidad desconocida y asumiendo su rol en una perspectiva en primera persona.
La fama y el respeto deberán ser ganadas por Edward, tanto entre sus enemigos como entre su entregada tripulación, y dicho sea de paso, Edward resulta un personaje más circular que Connor, el protagonista del anterior ACIII. En esta ocasión, las misiones del juego son algo más variadas que las ya clásicas localizar a un personaje y eliminarlo, permitiendo incluso distintas soluciones pero siempre dentro de los parámetros programados artificialmente, por lo que la sensación de libertad queda bastante coartada.
Los combates siguen la misma estela marcada desde el primer Assassin’s Creed -y ojo, que hablamos del año 2007-: grupos de hombres que se colocan a nuestro alrededor y nos atacan casi de manera orquestada y que solo podremos repeler con éxito si dominamos el arte del contraataque. Eso sí, se ha potenciado el uso de armas de fuego, aunque más os vale optar por el sigilo que por los tiroteos directos si lo queréis salir escaldados. Por supuesto, saltar de tejado en tejado y escalar atalayas siguen siendo claves del gampleay.
Las batallas navales en Assassin’s Creed III fue tanto un añadido interesante como tedioso, según a quién le preguntes, pero es que en Black Flag ocupan un papel fundamental. Tendrán un mayor protagonismo y además el barco será nuestro medio de transporte para investigar islas o movernos de una ciudad a otra, y entretanto, podemos ser asaltados o perseguidos por navíos enemigos. Esto resulta entretenido en los primeros momentos, pero cuando llevas horas invertidas en engorrosas batallas navales cuando lo único que quieres es desplazarte de un punto a otro del mapa, ya no resulta divertido, más bien lo contrario.
A nivel gráfico, no esperéis un salto cualitativo y evidente entre Assassin’s Creed III y Black Flag: simplemente, el motor gráfico ya no puede ofrecer más de lo que hemos visto. Hay que mencionar que los escenarios ya no son tan abiertos como en la aventura de Connor, pero podemos encontrar fallos técnicos, caídas de la tasa de imágenes o hasta popping, incluso algunos que afectan al sonido, con labios que no se sincronizan con las voces -el doblaje es de calidad y tiene un buen repertorio de acentos- o efectos de sonido ausentes.
El clásico modo multijugador vuelve con las característicos tipos de partida que ya pudimos ver y disfrutar en Assassin’s Creed III, aunque el control se ha pulido algo y se ha tratado de equilibrar ciertos aspectos para hacer la experiencia algo más compensada. Pero sin duda, la gran pero desaprovechada novedad es el GameLab: un editor de partidas que nos permitirá configurar estas modificando variables como las ventas o los puntos de respawn. Pero ojo, no esperéis un editor profundo y completo, pues no lo es en absoluto. Finalmente, hacer dos apuntes: el juego requiere de pase online y la versión de PS3 cuenta con una hora de contenido extra en la piel de Aveline -la protagonista de Assassin’s Creed III Liberation que pronto llegará en alta definición a PlayStation 3 y Xbox 360-.
Ubisoft no ha querido arriesgar, quizás porque la franquicia sigue en la cresta de la ola del éxito comercial o porque este momento, el fin de generación, no es el adecuado para renovar la saga. Sea como sea, lo que parece irrefutable es que la mecánica jugable de Assassin’s Creed no resulta divertida para todo el mundo y lo redundante que se hace al cabo de ya seis juegos -sin contar recopilatorios y versiones de dispositivos portátiles-, le pasa factura de forma incuestionable.
Gráficamente no hay un salto perceptible y la innovación es nula, por lo que únicamente recomendaría esta última entrega a aquellos que sean los fans más acérrimos de la franquicia o a aquellos que sientan curiosidad por aproximarse por primera vez a Assassin’s Creed. En cuanto al resto, no es puedo dejar más que mi amarga indiferencia como impresión final de una agotada mecánica jugable.
NOTA FINAL MUNDIVJ 6
vaya analisis menos imparcial y equivocado. Para mí ac4 es el mejor assassins creed de la saga