Mientras la empresa continúa lanzando modelos de lenguaje, el esperado hardware que OpenAI desarrolla con Jony Ive podría no llegar en la fecha prevista, pues se ha topado con problemas técnicos y dudas de privacidad que obligan a replantear el calendario.
Fuentes citadas por medios internacionales apuntan a que el dispositivo, inicialmente orientado a 2026, exige resolver cuestiones clave: ajustar la “voz” y el comportamiento del asistente, definir cómo y cuándo debe intervenir, y garantizar la protección de datos en un formato que escucha y observa el entorno.
Qué es este proyecto y qué se sabe hasta ahora

OpenAI adquirió en mayo la startup de hardware de Jony Ive, io, con la idea de impulsar una nueva categoría de productos de computación impulsada por IA. Desde entonces, ambos equipos trabajan codo con codo para llevar al mercado un dispositivo pensado para el gran público.
Entre los prototipos que han ido apareciendo internamente figuran unas gafas inteligentes, una grabadora de voz y un pin con cámara, micrófono y altavoz. La línea que gana fuerza describe un aparato del tamaño de la palma, sin pantalla, capaz de captar señales visuales y de audio y responder a las peticiones del usuario de forma contextual.
El concepto pretende ser “cercano” sin resultar incómodo: un asistente que ayude de manera natural, como una especie de compañero informático que no invade. Para ello, el sistema aprovecharía una memoria que se construye durante el día con lo percibido por sus sensores.
Obstáculos técnicos y de privacidad que frenan el lanzamiento

Uno de los mayores retos está en perfilar la personalidad del asistente: qué tono usar, cuándo hablar y cómo acabar una interacción sin resultar insistente. El objetivo es que intervenga solo cuando aporte valor y que no se entrometa en conversaciones privadas ni responda a destiempo.
También se debate el modo de activación. Parte del equipo defiende un enfoque de “siempre activo”, más útil para anticiparse, mientras otros advierten del riesgo de que el dispositivo hable en momentos inadecuados o dé la sensación de vigilancia constante.
La privacidad es el otro gran frente. Un aparato que escucha y observa de forma continua plantea preguntas sobre el tratamiento de datos, almacenamiento y seguridad, sobre todo en espacios compartidos con otras personas que no han dado su consentimiento.
El cómputo como cuello de botella: potencia, consumo y costes

Otra dificultad señalada por personas conocedoras del plan es la capacidad de cálculo. Ejecutar modelos de OpenAI con baja latencia en un dispositivo compacto requiere mucha potencia o una conexión a la nube muy solvente, y ambas opciones impactan en el coste y la experiencia.
Además del músculo informático, el proyecto debe cuadrar el presupuesto energético y térmico para no disparar tamaño, precio ni consumo. Equilibrar prestaciones de IA, autonomía y coste final es un rompecabezas que aún no encaja del todo.
En paralelo, se han conocido movimientos industriales: según informes recientes, OpenAI habría alcanzado un acuerdo con Luxshare (proveedor de Apple) para la fabricación, un paso lógico si el proyecto avanza hacia producción pero que no resuelve por sí mismo los escollos técnicos.
Calendario en revisión y una estrategia más cautelosa

El plan inicial apuntaba a llegar en 2026, incluso hacia finales de año, pero los retrasos técnicos y las dudas sobre privacidad han enfriado el calendario. No hay una nueva fecha pública y, por ahora, el desarrollo continúa a puerta cerrada.
De cara al producto final, las pistas más consistentes hablan de un dispositivo de bolsillo, sin pantalla y consciente del entorno, que combine cámaras, micrófonos y altavoz para una interacción multimodal con la IA.
La industria ya ha visto tropiezos en propuestas similares —como los problemas de adopción de pines inteligentes—, así que en OpenAI y en el equipo de Ive se impone la prudencia: mejor afinar la utilidad real que apresurarse con una novedad llamativa pero poco práctica.
En ese enfoque más pausado, el proyecto prioriza pruebas internas y ajustes finos en comportamiento, privacidad y consumo de recursos, con la idea de evitar lanzar un prototipo inmaduro que lastre la categoría desde su nacimiento.
El dispositivo de OpenAI y Jony Ive avanza, pero su llegada se complica por factores delicados —personalidad, privacidad y cómputo— que exigen más tiempo y una ingeniería minuciosa; si se resuelven, podría sentar las bases de una nueva forma de interactuar con la tecnología cotidiana.