Ayer Android obtuvo unas cifras de récord que casi le coloca ante un panorama casi perfecto para los que se encuentran trabajando en Mountain View y un poco oscuro para el resto que vamos intuyendo que quizás se estanque en esa permisividad que suele dar la dominación absoluta. Y es que de cada diez teléfonos, 9 tienen a Android y uno a iOS. Ahora esto multipliquémoslo por los millones de personas en el planeta.
Seguramente que no hay de que asustarse ante esa dominación que podrá ostentar en unos cuantos años, sino la está haciendo ya, aunque esos porcentajes se valen de los países emergentes donde Android tiene una gran ventaja ante iOS al suministrar dispositivos que tienen un precio menor que aquellos iPhone prohibitivos en países en vías de desarrollo. De todas formas, si miramos nuestro país, el porcentaje es apabullante para Android, y si buscamos a Alemania, el 18% se queda en iOS.
Si miramos atrás en el tiempo, en los años 90, allí se encontraba una Microsoft que tenía la dominación absoluta sobre los sistemas operativos. Lo que ocurrió fue que la innovación se congeló, las posibilidades fueron limitadas y los consumidores se vieron abocados a un ecosistema muerto de por si.
Posiblemente no se pueda comparar la situación de Microsoft con la de Google y Android, porque este último se sirve de decenas de OEMs que lanzan sus propios terminales y esas capas personalizadas, que no paramos de criticar algunos, pero que permiten un poco de variedad. Aunque si miramos el futuro que nos deparan los Pixel, y esas exclusividades y cerrojo de la gran G a ciertas características, como es ese también lenguaje de diseño Material Design donde todos han de resguardarse para lanzar sus apps, quizás si haya algo para el temor.
De todas formas, iOS se mantiene con sus porcentajes en países importantes, aunque el acecho del Pixel puede resquebrajar esas cifras, así que casi podríamos decir que se necesita a Apple más que nunca para mantener esa lucha entre SOs para dispositivos móviles. Pero eso sí, se necesita una Apple fuerte, y por lo último que estamos viendo, parece más enfrascada en si misma que abrir puertas y salir su zona de comfort.