Análisis de Dark Souls II

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El fenómeno Souls arrancó con un juego un tanto tapado en su día y que fue exclusivo de PlayStation 3: Demon’s Souls. No tuvo la cobertura mediática de otros grandes de la consola considerados estandartes de la máquina, como fueron, por ejemplo, los Uncharted de Naughty Dog. El boca a boca sobre la tremebunda pero a la par complaciente experiencia que era disfrutar de aquel juego fue vital para llegar adonde se encuentra hoy From Software.

Torpemente, Sony dejó escapar a esos genios que, ante la horda de fans que se había erigido con aquella creación, no dudaron en continuar con una continuación más que espiritual, disfrutando de su propia IP y bajo el paraguas de una nueva editora, Namco Bandai, que está encantada de acoger en la casa de Pac-Man a estos nuevos invitados. Hoy, por fin, podemos probar la tercera experiencia Souls que se materializa en un Dark Souls II multiplataforma.

Quien conoce ya la saga, sabe que lo que es experimentar la incertidumbre sobre lo que habrá tras la neblina que nos bloquea el paso, una sensación que se torna electrizante en cuanto la atravesamos y un engendro fruto de las retorcidas mentes de los artistas de From Software sale a nuestro encuentro y los lanza por el escenario como a un pelele. Bastan unos pocos golpes para sucumbir y abandonar nuestra forma corpórea. No importa, volvemos a recorrer el camino para llegar a medirnos de nuevo con esa criatura y a sabiendas de que tenemos que ser raudos e  ingeniosos para estudiar sus ataques y trazar una estrategia que nos permita alcanzarle en el momento que presente mayor debilidad, si es que la tiene. Un intento. Dos. Tres. Cuatro. Ya has perdido la cuenta, pero al fin, la bestia yace a tus pies. Esto es Dark Souls II.

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Para este nuevo capítulo, se han introducido novedades jugables un tanto interesantes, aunque no desvirtúan la esencia Souls original, en absoluto, es más, quizás hasta la agiliza. La dificultad sigue siendo endiablada y cada trampa y posición de los enemigos está cuidadosamente situada al milímetro para hacer el mayor daño posible o para engañar al jugador, incluso me atrevería a decir que puede que este Dark Souls II sea el capítulo más exigente de la trilogía. Un cambio importante hace referencia al farmeo: los enemigos ya no resucitarán de manera indefinida, por lo que subir niveles artificialmente repasando una misma zona una y otra vez se ha terminado, al menos como se podía hacer en el anterior juego. Y no os engañéis: este cambio lo agradeceréis cuando no tengáis que repetir ciertas secciones del mapa plagadas de enemigos.

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Otra bondadosa concesión es la mayor existencia de hogueras repartidas por este terrible mundo y la posibilidad, desde el inicio, de poder movernos libremente entre unas y otras usando el teletransporte. Como ya ocurría en los anteriores juegos, las armas están sujetas al deterioro, pero en este Dark Souls II se mellan con mucha mayor rapidez, algo que se procura compensar con una reparación sin coste en las hogueras. Pero el detalle más sangrante reside en la propia muerte y sus consecuencias: cada vez que mordamos el polvo, la barra de energía se irá reduciendo hasta quedar acortada por la mitad, lo que sin duda hace más cuesta arriba el desafío, especialmente con algunos jefes para los que vamos a necesitar ayuda de algún invocado para poder hacerle frente.

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El escenario donde transcurren todas estas tragedias, recuerda mucho más en su arquitectura al Demon’s Souls original, recuperando una suerte de Nexo, con niveles más sencillos, sin esos numerosos recovecos que a veces nos llevaban a ninguna parte en Dark Souls, y eso que el mapa resulta mucho más extenso que en aquel, aunque como resaltaba, el uso de las hogueras para moverse de un punto a otro sin dificultad puede ser la mejor solución a tortuosos viajes sin retorno.

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A nivel técnico me ha resultado decepcionante toparme con un texturizado un tanto pobre o algunos modelados o elementos demasiado poligonales, justo lo contrario de lo que esperaba gracias a esos hypeantes tráilers con los que nos vendió el juego From Software y Namco Bandai: ni por asomo, gráficamente, las versiones de consola alcanzan ese nivel de detalle. Es cierto que ha mejorado, y mucho, el sistema de iluminación, pero ha sido un detalle desagradable con los fans. Aunque la verdad es que quien desea jugar a Dark Souls II no lo hará por sus gráficos, será por la experiencia única y la fantástica dirección artística del juego. Por supuesto, la componente multijugador es vital en el juego, con los clásicos enfrentamientos, invasiones y asistencia, sin olvidar que los pactos de Dark Souls vuelven a estar presentes aquí.

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Dark Souls II se conforma como una perfecta mezcla de los dos anteriores juegos, añade nuevos elementos jugables -o hasta prescinde de algunos-, siendo capaz de mantener una esencia única que hacen que su gameplay no sea la reiteración que muchos vaticinaban, más bien es una búsqueda del equilibrio perfecto en una saga donde precisamente el abuso de poder contra el jugador es una de las señas más características -si no la que más- de la experiencia Souls. Un título imprescindible para todo hardcore gamer.

NOTA FINAL MUNDI VJ 9


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